
El Elemento Fantasma
Hace mucho, mucho tiempo... en un laboratorio no muy lejano...
Un elemento químico permanecía oculto, misterioso e incontrolable. Durante siglos, los alquimistas y científicos lo perseguían sin éxito. Su nombre: flúor, el ladrón de electrones, el más reactivo del universo. Era el elemento maldito.
En el siglo XIX, muchos lo intentaron aislar... y muchos murieron en el intento. Corrosivo, volátil, peligroso... el flúor devoraba metal, carne y voluntad.
Hasta que en 1886, el químico francés Henri Moissan logró lo imposible: aislar el flúor puro usando electrólisis en condiciones extremas. Su hazaña le valió el Premio Nobel en 1906, y el respeto eterno del mundo científico.
Desde entonces, el flúor se ha infiltrado en cada rincón del planeta: protege nuestros dientes en la pasta dental, resiste el calor en el teflón de nuestras sartenes, y circula en los circuitos de la industria espacial.
Este es el legado del flúor.
Poderoso. Invisible. Imparable.
Y esta... es su historia.